Nada de lo que haga el bebé tiene sentido,
excepto desde el punto de vista del cuerpo (si no está cerca) de la madre.
Nils Bergman.
Nacer significa despertar. En el vientre materno los bebés están adormilados; atravesar el canal de parto conlleva una liberación hormonal que les hace despertar y pasar las dos primeras horas de vida en estado de “alerta tranquila”.
Así, colocados en piel con piel sobre su madre, pueden ir reptando hasta el pecho por si mismos guiados por el olfato, mirar a la madre a los ojos e iniciar la lactancia.
A su vez el bebé con sus movimientos y conductas facilita cambios en el cerebro de la madre que le harán sentirse más unida a su bebé y que le resulte más fácil y agradable cuidarle.
Piel con piel significa que el recién nacido esté con muy poquita ropa o solo con el pañal, puesto sobre el pecho desnudo de la madre (o abuela u otra persona familiar) o el torso del padre. No es lo mismo con ropa que sin ella; cuanta más superficie de la piel del bebe toque otra piel más oxitocina produce su cerebro, lo que le hace sentir más bienestar y más confianza.
Además, los bebés son muy hábiles percibiendo las emociones de las personas que les rodean. A veces lloran largamente si notan que la madre o personas que les cuidan están enfadadas o tristes. Vienen muy listos para percibir emociones en los demás y en sí mismos. Pueden sentir un rango de emociones intensas, a pesar de que no pueden entender el contenido de la emoción y su relación con lo que está sucediendo a su alrededor.
Como no pueden pensar, ni tienen desarrollada la capacidad intelectual, los recién nacidos sienten la emoción con todo su cuerpo. Por eso necesitan tantísimo a la madre regular sus emociones. No pueden procesar la propia emoción si no es a través del contacto corporal estrecho con el cuerpo de la madre.
Cada vez que una madre responde de forma sensible al llanto o petición de su bebé, calmándole y consolándole, le ayuda a regular la emoción. Así, a base de repetir está respuesta, se va construyendo la llamada “base segura”, que viene a ser la expectativa y confianza que tiene el bebé de que su madre siempre estará ahí para cuidarle y quererle. Todo ese recuerdo, y muy especialmente, esas emociones quedan grabadas en su memoria. El bebé recuerda las emociones que se producen en su cuerpo y la respuesta que recibe por parte de su madre y padre u otras personas muy cercanas y queridas. Así, se memoriza el recuerdo del consuelo, del abrazo etc..
Cada bebé es único. Conocer sus gustos, su personalidad, su manera de estar y responder…lleva su tiempo. Por eso esas primeras semanas son ideales para el reconocimiento mutuo y requieren la máxima presencia materna posible.