Fundación eCare Acompaña - Elisabeth d'Ornano - Evidencias - Postparto

El recién nacido

Nada de lo que haga el bebé tiene sentido,
excepto desde el punto de vista del cuerpo (si no está cerca) de la madre. 
Nils Bergman.

Nacer significa despertar. En el vientre materno los bebés están adormilados; atravesar el canal de parto conlleva una liberación hormonal que les hace despertar y pasar las dos primeras horas de vida en estado de “alerta tranquila”.

Así, colocados en piel con piel sobre su madre, pueden ir reptando hasta el pecho por si mismos guiados por el olfato, mirar a la madre a los ojos e iniciar la lactancia.

A su vez el bebé con sus movimientos y conductas facilita cambios en el cerebro de la madre que le harán sentirse más unida a su bebé y que le resulte más fácil y agradable cuidarle.

Piel con piel significa que el recién nacido esté con muy poquita ropa o solo con el pañal, puesto sobre el pecho desnudo de la madre (o abuela u otra persona familiar) o el torso del padre. No es lo mismo con ropa que sin ella; cuanta más superficie de la piel del bebe toque otra piel más oxitocina produce su cerebro, lo que le hace sentir más bienestar y más confianza.

Además, los bebés son muy hábiles percibiendo las emociones de las personas que les rodean. A veces lloran largamente si notan que la madre o personas que les cuidan están enfadadas o tristes. Vienen muy listos para percibir emociones en los demás y en sí mismos. Pueden sentir un rango de emociones intensas, a pesar de que no pueden entender el contenido de la emoción y su relación con lo que está sucediendo a su alrededor.

Como no pueden pensar, ni tienen desarrollada la capacidad intelectual, los recién nacidos sienten la emoción con todo su cuerpo. Por eso necesitan tantísimo a la madre regular sus emociones. No pueden procesar la propia emoción si no es a través del contacto corporal estrecho con el cuerpo de la madre.

Cada vez que una madre responde de forma sensible al llanto o petición de su bebé, calmándole y consolándole, le ayuda a regular la emoción. Así, a base de repetir está respuesta, se va construyendo la llamada “base segura”, que viene a ser la expectativa y confianza que tiene el bebé de que su madre siempre estará ahí para cuidarle y quererle. Todo ese recuerdo, y muy especialmente, esas emociones quedan grabadas en su memoria. El bebé recuerda las emociones que se producen en su cuerpo y la respuesta que recibe por parte de su madre y padre u otras personas muy cercanas y queridas. Así, se memoriza el recuerdo del consuelo, del abrazo etc..

Cada bebé es único. Conocer sus gustos, su personalidad, su manera de estar y responder…lleva su tiempo. Por eso esas primeras semanas son ideales para el reconocimiento mutuo y requieren la máxima presencia materna posible.

El inicio del vínculo

El vínculo entre madres, padres y bebés se inicia en el embarazo. Tiene que ver con querer al bebé que se está gestando, con desear cuidarle y conocerle, con imaginar como será la vida con el o ella, con soñarle…El nacimiento del bebé conlleva una transformación de ese vínculo y el inicio de la relación: por muy deseado y querido que haya sido el bebé en el útero, en cierto sentido es un “desconocido” que llega a la casa. Hay que darse tiempo para ir conociéndolo y queriéndole tal y como es, dejando atrás la fantasía del bebé ideal o perfecto. Ese conocimiento mutuo requiere tiempo y atención, dedicación estrecha los primeros meses de vida, cuando más dependiente es el bebé.
Sobre todo, el bebé necesita sentirse acompañado. 

Los recién nacidos cuyas madres responden inmediatamente a su llanto en las primeras semanas apenas lloran cuando tienen un año de vida. Muchas personas piensan que para que él bebé se convierta en un niño y adulto independiente tiene que acostumbrarse desde el inicio. Es justo al revés la manera de criar adultos independientes pasa por cubrir todas sus necesidades cuando más dependiente es el ser humano: nada mas nacer.

A lo largo de los primeros días, semanas y meses, el bebé va viviendo diferentes sensaciones: hambre, sueño, calor, incomodidad…Cada vez que llora y su madre (o padre) le consuela y le calma aprende algo: “mamá (o papá) está cerca y me cuida”. Así se va sintiendo querido y construyendo su autoestima. 

Crecerá sintiendo que vivir vale la pena, que merece ser querido, sabrá confiar en los demás y en sus propias habilidades sociales.
Conforme se siente querido el bebé va, a su vez, aprendiendo a amar. 

Pero nadie puede dar lo que no ha recibido. Es decir, si la madre o el padre han sufrido falta de cariño en la infancia pueden sentir que a veces desean salir corriendo en vez de atender las necesidades de cariño y contacto de su hijo o hija. En esos momentos es bueno buscar ayuda y compañía, como dice el proverbio africano se necesita toda una tribu para criar a un niño o niña. Así se puede contar con la ayuda y compañía de abuelos, tías, hermanos y amigos de la familia para atender al bebé, pero siempre entendiendo que su necesidad es genuina y amorosa, que los bebés no manipulan ni toman el pelo a sus madres, no. Los bebés quieren estar siempre acompañados y cerca de ellas porque así se saben amados, permitirlo al máximo en esas primeras semanas de vida favorece que desarrollen al máximo su capacidad de amar. Su empatía y su inteligencia emocional dependen en buena parte de respetar ese inicio tan potente, eso que en inglés llaman “babymoon” y que viene a ser como una luna de miel con el bebé: un tiempo muy importante para construir una relación amorosa que durará toda la vida.

El inicio de la lactancia

Preguntemos a cualquier madre acerca de qué es aquello que considera esencial en el “ser madre” y no vacilará en contestar: el amor.
R. Schaffer.

Abrazos y caricias, a menudo, unas cuantas veces al día, a demanda, siempre que el bebé o la madre quieran: eso es la lactancia materna. 

Cada vez que una madre se pone a su bebé al pecho, le está abrazando y transmitiéndole directamente su amor incondicional, nutriéndole en cuerpo y alma, consolándole, calmándole, queriéndole. El bebé así se siente amado, querido, y va construyendo su autoestima y su confianza en la vida.

Amamantar equivale a programar, señalan ahora los neurocientíficos. No es sólo la leche, es toda la interacción. Cuando está al pecho el bebé huele a la madre, la oye y la escucha, la acaricia, le mira a los ojos y ve su rostro (con nitidez desde que nace), le toca, le agarra la mano, se mueve con ella si la madre camina o se incorpora, etc.…Madre y bebé sincronizan su latido cardíaco, la respiración y toda una serie de funciones biológicas. Pasa mucho más que alimento con la leche: el bebé recibe consuelo, calor y amor.

Amamantar significa confiar: en el propio cuerpo, que produce la leche que necesita el bebé, y en éste, que sabe pedir alimento y consuelo cuando lo requiere. Para apoyar la lactancia es preciso reforzar la confianza de las madres, algo difícil en un mundo que perdió masivamente la cultura de la lactancia a mediados del siglo pasado. El papel de los grupos de apoyo a la lactancia es clave para fortalecer esa confianza de las madres.

Si una madre no puede o no desea amamantar, es importante ayudarle, para que lo único que le falte a su bebé sea la leche. Es decir, dar el biberón como si fuera el pecho: a demanda, siempre en brazos y a ser posible en piel con piel, cambiando de lado cada toma, preferiblemente dado por la madre y con dosis extra de caricias y abrazos para compensar. La lactancia materna es lo que ha previsto la naturaleza para la construcción del vínculo sano entre madres e hijos.

Ser madre reciente

El puerperio es un momento de máxima intensidad. En muchas culturas tradicionales la llamada “cuarentena” era un tiempo en el que la familia y la comunidad se volcaban en cuidar a la puérpera para que ella no tuviera que ocuparse de nada más que descansar junto al bebé y amamantarlo.

El puerperio es un tiempo precioso para ir conociéndose y encontrándose. El bebé nace tan inmaduro que necesita pasar casi el mismo tiempo que pasó en el útero muy cerca del cuerpo de su madre, lo que algunos llaman “extero-gestación”. Tardará unos ocho o nueve meses en comenzar a desplazarse y gatear o caminar, en querer empezar a alejarse un poco de su madre. La cercanía física facilita que ambos cerebros, el de la madre y el del bebé, se sincronicen en muchos aspectos.

Al recién nacido le da bienestar y tranquilidad oler a su madre, lo que le transmite que está cerca de ella. Se ha demostrado como el intenso olor del recién nacido en los primeros días de vida también produce cambios en el cerebro de la mujer que le ayudan a sentirse madre y a cuidar de su hijo-a. La piel y el olfato son los sentidos más desarrollados del recién nacido: oler a su madre, tomar su pecho, y sentir su contacto y caricias es prácticamente todo lo que necesita.

El puerperio conlleva estar exquisitamente sensible. A nivel hormonal, el inicio de la lactancia conlleva cambios en el cerebro de la madre, que hacen que la mujer esté súper sensible a cualquier señal que emita el bebé. Esto propicia vigilarle constantemente, de forma casi obsesiva sobre todo si se es madre primeriza, y que resulte difícil pensar en nada más. La transición hormonal lleva su tiempo y durante esas primeras dos semanas o más es frecuente tener altibajos emocionales y encontrarse muy lábil, con facilidad para la lágrima y la emoción a flor de piel.

El psiquiatra Donald Winnicott fue pionero en describir ese estado de “preocupación materna” como algo transitorio y necesario para cuidar al bebé al inicio de la vida, y en señalar que durante los primeros meses madre y bebé deberían ser considerados como una unidad. Con el tiempo la investigación ha demostrado que, efectivamente a nivel biológico madre y bebé siguen siendo una unidad durante mucho tiempo después del parto.

Hay toda una serie de sucesos invisibles a la vista, pero de enorme fuerza biológica pasando entre madre y bebé en ese primer mes de vida que facilitan el vínculo y potencian la supervivencia y la salud el recién nacido.

Cuando nace un bebé nace una familia, y el puerperio también es un tiempo de ajuste intra familiar. El cómo fue tratada la madre cuando ella fue bebé influye muchísimo en como cuida a su recién nacido. Las madres que no fueron bien atendidas a nivel emocional por sus propias madres pueden sentir que les resulta especialmente difícil permanecer con sus bebés y atender sus necesidades. Esto es muy frecuente porque muchas mujeres que son madres en la actualidad se criaron en los tiempos en que se fomentaba el no coger en brazos a los bebés y no atender su llanto. 

Haber sido criada así dificulta mucho el puerperio. Por eso es tan importante tener ayuda y escucha y permitirse tiempo para ir transitando el puerperio.